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viernes, 2 de marzo de 2007

El abuso (casi) invisible

El abuso sexual puede afectar al 4% de la población infantil española», dijo ayer el psicólogo clínico Enrique Echeburúa durante el Foro Internacional «Infancia y violencia» inaugurado en Valencia por la reina Sofía. Y precisó el retrato de las víctimas: en su mayoría son niñas, tienen entre 6 y 10 años de edad y son más vulnerables por sus discapacidades físicas o psíquicas, por sufrir además malos tratos, o por tener un padre maltratador o de comportamientos violentos.El presidente de la Sociedad Vasca de Victimología añadió otro dato para completar el escenario de este «fenómeno invisible hasta hace poco»: el 20% de los agresores son menores de 18 años. Pero, más que en las cifras, puso el énfasis en dos aspectos. Uno, la extensión de un abuso que -advirtió es el más 'democrático' de todos los abusos, porque se da en todas las clases sociales». Y otro, sus «consecuencias psicopatológicas a corto y largo plazo», porque «tiende a ser crónico e interfiere en el desarrollo emocional», hasta manifestarse en cambios bruscos de conducta, aislamiento, fracaso escolar, sexualidad atípica -o muy precoz, o inhibida y excesivamente pudorosa y hasta descontrol de esfínteres. En los chavales son más típicos los problemas conductuales; en las chicas, las dificultades de socialización y las tendencias ansioso-depresivas.«Muñecas rotas»Son pistas para detectar y hacer cada vez más visible esa realidad que, pese a todo, puede verse con cierta esperanza. La esperanza, en palabras de Echeburúa, de los «programas de tratamiento para abordar las dificultades para las relaciones sociales y de pareja» derivadas de los abusos. «A largo plazo los efectos no son tan devastadores», aclaró el experto al cifrar en el 20% las personas profundamente afectadas y en el 70-80% las que «consiguen recuperarse con apoyo» familiar, social y de especialistas.En cuanto a los factores que pueden atenuar o agravar las consecuencias, influyen favorablemente el equilibrio emocional durante el abuso, el respaldo que reciban de sus familiares y la adecuada recepción por éstos de su «revelación» del caso, porque «hay personas que tienden a no creerles». Esto les hace sentirse «muñecas rotas» abandonadas por todo el mundo, remacha Echeburúa, quien señala dos grandes retos de futuro: un tratamiento psicológico lo más precoz posible y perfeccionar los métodos para asegurar la «credibilidad del testimonio».Romper el silencioEn este contexto, la británica Mary Marsh, directora de la ONG bicentenaria Sociedad para la Prevención de la Crueldad hacia los Niños, recordó la necesidad de apoyarse en los propios jóvenes para, en casos de maltrato a la infancia en general, «entender cómo protegerse, y para decirlo». Muchos cuentan que no tuvieron conciencia de víctimas cuando eran pequeños, porque «pensaban que sucedía en muchas familias», e incluso tenían un sentimiento de culpa, como si hubieran sido cómplices, cuando en realidad padecían «relaciones de control por parte de su maltratador».Para romper ese muro de silencio, hay que «trabajar en educación con los jóvenes», ya que la primera persona que recibirá la confidencia del abuso sufrido será precisamente un amigo, antes incluso que la madre, que suele ser la segunda. A partir del conocimiento de esa realidad, se trata de «saber qué hacer para ayudarle», para lo que su ONG ha creado una línea telefónica para asesorar y dar respaldo confidencial a los menores. Para enmarcar el problema, la propia Marsh aportó un dato: «Al menos el 10% de los niños se encuentran en casa alguna forma de malos tratos».

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