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lunes, 5 de marzo de 2007

8 de marzo

Comencemos algunas reflexiones en torno al día internacional de la mujer. Ahí va la primera.

La tesis doctoral "Análisis psicosocial del poder en las relaciones de género", realizada por Elena Morales Marente, y dirigida por los profesores Miguel C. Moya Morales y Rosa Rodríguez Bailón (Universidad de Granada), ha sido galardonada con el premio del Centro de Estudios Andaluces a la mejor tesis doctoral del año 2006. En este trabajo, la propia autora recoge algunas de las principales conclusiones extraídas de su trabajo de investigación.

En la tesis doctoral "Análisis psicosocial del poder en las relaciones de género" se analizan las desigualdades de poder en las relaciones de pareja heterosexuales, utilizando como marco teórico el Modelo de Poder de Género (Pratto y Walker, 2004). Este modelo considera que la desigualdad de género está basada en cuatro grandes bases: a) la fuerza o violencia –tanto de tipo físico como psicológico- (la amenaza con la violencia puede inducir a que otros obedezcan a nuestras demandas); b) el control de los recursos (poder económico o control de los recursos básicos); c) las obligaciones sociales (en una relación, la parte que tiene más obligaciones sociales está en una situación de inferioridad en cuanto al poder); d) la ideología (conjunto de creencias que justifican la desigualdad o las diferencias de poder).
El modelo predice una relación dinámica entre las diferentes bases de poder, así como que cada una de ellas podrá emplearse como una forma de obtener poder en las demás. Además, el modelo sugiere que las innumerables obligaciones sociales que tienen las mujeres en relación con sus parejas y familiares (cuidado de su salud, educación, responsabilidades en el hogar, etc.) constituyen una de las claves a la hora de explicar la inferioridad en cuanto al poder (de recursos, fuerza e ideología) que ostentan dentro de la relación de pareja.
Las posibilidades que brinda este modelo de analizar la situación real que viven cotidianamente hombres y mujeres es especialmente importantes para el estudio de las desigualdades de género. En primer lugar, es obvia la diferencia entre hombres y mujeres respecto a la violencia o fuerza como base de poder. De hecho, algunos autores han señalado la violencia tanto física como psicológica del hombre hacia la mujer como la mayor fuente de desigualdad de género.
En segundo lugar, existe también diferencias en el control y acceso a los recursos de hombres y de mujeres desde las sociedades más tradicionales hasta la actualidad, que abarcan desde diferencias salariales hasta el tipo de ocupación desempeñado, pasando por la ocupación de puestos de alto status.
En tercer lugar, la asimetría en las obligaciones sociales de hombres y mujeres hace que la obligación de proveer cuidados constituya el rol femenino por excelencia, convirtiéndose en un arma de doble filo al limitar las posibilidades de las mujeres para acceder a otras bases de poder (recursos económicos, por ejemplo).
Por último, las ideologías imperantes en nuestra sociedad fomentan estas diferencias entre hombres y mujeres e impregnan las creencias y prácticas sociales, produciendo un efecto que perpetúa la jerarquía establecida.

En definitiva, consideramos que la perspectiva formulada por Pratto y Walker (2004) constituye un rico e interesante análisis de la relación entre género y poder al incluir variables y aspectos de las relaciones, tanto en el ámbito público como privado. Además, pensamos que la conjunción de estas diferentes bases de poder ayudaría a explicar la complejidad de las relaciones heterosexuales de pareja desde una perspectiva muy completa.
Como parte de la tesis, además de otros estudios, se realizó una investigación en la que analizamos la distribución de las bases de poder de género en un amplio grupo de matrimonios. En este estudio participaron 278 personas (139 parejas) heterosexuales, todas ellas residentes en Andalucía, cuya edad media es de 43 años. La mitad de la muestra estuvo formada por parejas en las que hombres y mujeres trabajaban fuera del hogar, mientras que en la otra mitad los hombres trabajaban fuera del hogar y las mujeres eran amas de casa, y no tenían un trabajo remunerado. De esta forma, se analizó si existía una distribución diferente de las bases de poder en función de la situación laboral de la mujer.
Nuestros resultados indican que existen diferencias entre hombres y mujeres en las cuatro bases estudiadas. Los hombres presentan una mayor ideología sexista, tienen más recursos económicos (incluso en las parejas en que ambos tenían un trabajo remunerado) y usan más fuerza física que las mujeres. Por el contrario, las mujeres realizan más obligaciones sociales que sus parejas (también incluso en las parejas en que ambos trabajan fuera de casa). Aunque las autoras del modelo señalan que habría que reducir las diferencias en estos cuatro parámetros para conseguir la igualdad, nuestros datos indican que los primeros pasos hacia el cambio podrían darse modificando la ideología y como consecuencia, la distribución de obligaciones sociales dentro de la pareja.
Además, los análisis realizados muestran que trabajar sobre la ideología de la mujer sería importante para el cambio, sin caer en el tópico de culpar a la mujer de ser responsable de la desigualdad que ella misma sufre. La mujer tiene mucha capacidad para influir en las bases de poder de su pareja, es decir: si ella cambia su ideología hacia una más igualitaria, podría incidir en la de su pareja, y así en el resto de bases. Por tanto, las principales implicaciones de nuestro trabajo serían trabajar sobre el reparto más equitativo de tareas domésticas y de cuidado, así como sobre las creencias y estereotipos que establecen y legitiman cuáles son los roles que hombres y mujeres debemos desempeñar (pensamientos del tipo "el hombre debe trabajar y la mujer no", "la educación de los hijos es tarea de la madre").

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