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jueves, 5 de junio de 2008

La democracia ilusoria

Algún día tengo que escribir un libro que se llamé así. Había pensado en La democracia herida, pero ya existe. Cada día es más patente la pantomina democrática en la que vivimos. Pero vamos, ciéndonos a planteamientos contructivistas, si la gente piensa que vivimos en democracia, pues vivimos en democracio. Aquí me lío ya con los planteamientos de la realidad de segundo orden. Las persecuciones políticas, las listas negras, el control total y absoluto de las organizaciones por los partidos políticos, eso, eso es una realidad de primer orden como una catedral. Además de esto (y lo sufro en mis propias carnes), a esta democracia nuestra le falla otra cosa muy gorda: la justicia. Y sin justicia no hay democracia, porque entonces no todos somos iguales.
Digo esto porque el otro día asistí a un juicio en la Sala de lo Social de Badajoz. Era una historia de un despido de una periodista por tener criterios propios y no estar de acuerdo con los criterios de su alcalde (una radio municipal, claro). Y es que estuve analizando las dos cosas que hacen que esto no funcione. Una es eso, el poder de los partidos políticos y de las personas que entran en ellos, y las estrategias que utilizan para seguir haciendo lo que ellos quieren y no lo que el pueblo quiere. Eso es totalmente antidemocrático. Y otra es, como digo, el propio funcionamiento de la justicia. Asistí al juicio con la boca abierta. El edificio es de principios del siglo XX, con las puertas y el mobiliario roto, los cables por el suelo, sin acceso para minusválidos, claro. Me pregunto qué pasaría si alguien denuncia a un juzgado por no ajustarse a la legislación sobre accesibilidad y seguridad, por ejemplo. Porque, tampoco había ningún extintor ni salida de emergencia. De hecho, ni servicios, que había que salir a la calle y entrar en otro edificio para poder echar un pis. Pero peor que el sitio fue el juicio en sí. El juez tenía mucha prisa, empezó con hora y media de retraso. Tenía a su lado al secretario judicial, con el que iba comentando cosas en voz baja. Y al otro lado una administrativa que pasaba a ordenador lo que él le iba dictando. El caso es que el juez apenas atendía a los abogados, y de vez en cuando hacía un resumen de lo que habían dicho las dos partes y lo dictaba. Claro que, ese resumen no me parecía a mí que se correspondiese con lo que los abogados habían dicho. Además, empezaba a dictar a la administrativa, y ésta, que iba un poco lenta, se quedaba en la primera frase y preguntaba. Entonces el juez le decía una cosa distinta a la que había dicho antes, a veces parecida, pero no lo mismo. Y de vez en cuando cortaba a los abogados y les hablaba como si fueran niños pequeños, como echándoles una bronca, todo esto a la vez que metía prisa y hablaba con el secretario que tenía al lado. Después llegaron los testigos, y cada uno habló menos tiempo porque el juez tenía prisa, incluso el último solo contestó a una pregunta y cortó. Evidentemente una situación así hace que no nos fiemos mucho de la justicia. Y seguramente el juez sea bueno en su trabajo, y actúe así porque no tiene otra forma ni otros medios de hacerlo. El caso es que creo que si más personas asistieran a los juicios, se denunciaría menos.
Y es que hoy esto malito, tengo una especie de fiebre rebelde y me duele la garganta. Y en lugar de escribir poesía me ha dado por hacer razonamientos sobre nuestra democracia. Lo dicho, que tengo que escribir un libro que se llame así.

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